martes, 13 de abril de 2010

COLÓN

Igual da el estrato social, el tiempo y el lugar, mires donde mires verás que no escasean los hijos del cojón.

Colón, le pese a quien le pese, ni genovés de la Génova valenciana, ni genovés de Génova, ni portugués, ni catalán, ni balear, ni siquiera gallego.

Aunque hijo del pecado más aberrante, por ser de la más alta cuna, fue dado a criar a una mujer gallega que vivía cerca de un afamado y retirado convento, donde desde hacía siglos se había educado a más de un noble bastardo, a los que por pecados, ya fuera de padre o de madre, se les negó su hidalguía. En aquel rincón de Galicia mamó leche ajena y salitre nuestro futuro almirante, y a la edad adecuada lo tutelaron de modo definitivo los benedictinos del monasterio de San Juan de Poio, quienes por mucho que lo intentaron no consiguieron meter grandes conocimientos en aquella dura cabeza .

Tiempo andando, conocedor de sus limitaciones, para evitarse un ridículo mayúsculo en una confrontación con los sabios de la Corte, no tuvo problema en reconocerle por carta a Isabel y a Fernando: “en la marinería Dios me hizo abundoso, de astrología me dio lo que bastaba y así de geometría y de aritmética y lo que sé, se lo debo a la práctica y al trato con gente sabia”. Sus conocimientos de ciencias tan sólo llegaban hasta donde cumplía saber, pues para aquel niño de secano, que tan pronto respiró el salitre del mar y vivió en todo su esplendor el trajín de pescado y mercancías, en la orilla derecha de la desembocadura del río Lérez, ya que no podía ser rey, no hubo en su horizonte otro sueño que no fuese surcar los mares. Cuando lo destetaron de su nodriza y del puerto de La Moureira que tenía enfrente, su perspectiva se amplió, pues desde el altozano del monasterio de San Juan de Poio los horizontes de aquel mar océano se ensancharon en lo visual y en lo mental con la lectura puesta a su disposición.

Era antiguo el cenobio, de los más antiguos de la monacal Galicia, pero su despegue, el empujón definitivo, se lo dieron Doña Urraca y su marido donándole la villa de Simes, y Fernando II la mitad de la iglesia de Santa María de Pontevedra, de siempre reducto sagrado de la advocación religiosa del gremio de mareantes de Pontevedra y no racaneó a la hora de concederle el privilegio de coto a todas las posesiones del monasterio. Despegó definitivamente el convento a partir del mil quinientos con donaciones y prerrogativas de los austrias, Carlos V, entre otros privilegios lo elevó a la categoría de Colegio Mayor de Teología, dotándolo de una de las mejores y mayores bibliotecas de la época.

En la costa más cambiante en vientos racheados y más falsa en bajíos, allí donde el marinero o aprende a oler el mal tiempo y a leer en el color del agua donde están los bajíos y los caprichosos ríos de aire y de corrientes, o bien muere; allí, que no en otro sitio aprendió a navegar Colón. Si alguien pone en duda lo que digo del lugar que pregunte a cualquier marino. No por casualidad en Marín está la Escuela de Guarda Marinas, ningún sitio mejor en el mundo para versarse en la navegación a vela, y él, como no tuvo problemas en reconocer Pinzón, tenía brújula y compás en la cabeza y excelsa nariz para los vientos.

El que sudaba sangre real por todos sus poros, aprendió a navegar no como marinero como dicen las crónicas, ni de grumete, que la risa da dar por hecho que alguien que empieza como marino con el tiempo llegue a capitán, pues nadie enseña gratuitamente el oficio a alguien que no sea su hijo, por lo tanto alguien pagó al mozalbete las prácticas de piloto al tiempo que ejercía de salvaguarda de los intereses del convento.

Hizo las rutas atlánticas y viajó a Portugal, ¿por qué no iba a hacerlo al vecino país si allí tenía familiares de alta alcurnia?, ¿quién puede creerse que un pobre náufrago sin alguna amarilla en la talega pudiera emparentarse con una de las más importantes familias de Portugal, teniendo por suegro a uno de los mayores partícipes en el descubrimiento de las islas atlánticas? ¿De qué si no le iban los portugueses a permitir navegar hasta San Jorge de Mina, la gran factoría portuguesa en Guinea? De ellos aprendió la ruta de Volta de Mina, que implicaba salir del golfo de Guinea adentrándose en el océano en busca de la corriente que lleva a las Azores y luego, desde allí, a favor de viento, volver a Portugal. Y no nos olvidemos que además vivió en Madeira y en las Azores donde se familiarizó con los alisios 

¿Alguien puede creerse que sea una casualidad que en su escudo figuren siete islas cuando la leyenda hablaba de la isla de las Siete Ciudades?

Quitadle la corona al león, mirad el castillo con las tres almenas y preguntaos qué rey le concedió a alguno de sus súbditos, por muy grandes que fueran sus servicios, merced tan grande como cederle sus emblemas personales. ¿Por qué Isabel le concedió los símbolos de Castilla y León? ¿Por qué tan grandes concesiones? Tantas, que prácticamente le hacían rey de lo que descubriese, porque ciertamente no le fue esquiva Isabel avalándole la expedición y concediéndole prerrogativas impensables para otro que no fuese el que debía de estar sentado en el trono que ella ocupaba.

También se sabe que su persona no era desconocida para los nobles de Castilla que le recibían en sus casas e incluso le ocultaban del único que realmente lo hubiese echado a los perros, el aragonés, que no quería interferencias ni en el presente ni en el futuro, pues de hecho, si por derecho de sangre real fuese, él era el más legitimado para heredar el reino de Castilla.